miércoles, 29 de enero de 2014

Hoy

Hoy he visto a dos niñas, casi adolescentes, bajar una rampa sentadas muy juntas en un monopatín. He pensado en como la edad, el tiempo, nos va separando, también físicamente.
Hoy he dado una mala noticia y he tenido que aguantar mis lágrimas al ver las ajenas. Y me ha costado menos que antes. El tiempo también nos va envolviendo de una corteza áspera, quizás por eso, porque raspamos, no nos aproximamos tanto.
Hoy, en el bus, no he cedido mi asiento a una señora mayor necesitada de bastón. Mientras retuiteaba desde mi móvil un artículo sobre la soledad de los ancianos no podía verla aguantando el equilibrio a mi lado.
Hoy he dado veinte besos a Noa repartidos en ráfagas de cinco. Disparos de amor a bocajarro.
Hoy he visto tirado en la acera un vaso de café de porexpan. Tenía una gran huella roja de un labio carnoso de mujer en su tapa de plástico. Las mujeres fatales ahora llevan cascos auriculares enormes de colores que combinan con su pintalabios y beben café para llevar.
Hoy me he acordado de la pareja que vi la otra noche desde un taxi. Vestían de manera profesional, parecían compañeros de trabajo, y estaban inmóviles. Me los imaginé paralizados por el deseo, a punto de cometer un error.
Por la mañana me he cruzado con un hombre que descargaba trozos enormes de animales en las puertas del mercado. Iba vestido de blanco, por higiene supongo, pero ese color no hacía menos roja ni menos muerta la carne. Más tarde he visto un documental sobre la transformación en la televisión de la mujer real en apetitosos solomillos de ternera con minifalda o en correosos filetes de vaca vieja con morros de silicona.
Hoy me he dado cuenta de que sin alma todo es simplemente carne.

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