viernes, 13 de marzo de 2015

Qué difícil es todo

Qué difícil es todo.
Calcular una raíz cuadrada, disimular mis ojeras, salir de la cama.
Qué difícil es saludar al conductor del autobús por la mañana y llegar puntual al sitio equivocado.
Con lo fácil que es dormir a tu lado, agarrada a tu espalda para no caerme, porque detrás no hay nada.
Qué difícil que es comer sin comer. Toda esa gente comiendo tan sano para sentir que no comen casi, sólo lo justo para no alterar sus cuerpos delgados y sanos, mucho más sanos que sus almas feas y bulímicas.
Qué difícil es dibujar en el suelo un círculo perfecto con los dedos, y meternos dentro, al amparo de triángulos equiláteros.
Por la noche todo parece más hermoso y sencillo. Tus zapatos sucios parecen nuevos, como tu mirada miope, que en la oscuridad se siente en igualdad de condiciones. A oscuras es más fácil besar tu boca vacía de sorpresas y lamer tu sexo lleno de espinas.
Por la noche es más fácil morirse, eso dicen en los hospitales las enfermeras, que entretienen sus horas lentas en adivinar quién será el siguiente que se vaya y no vuelva.
Qué difícil es parir, expulsar de tu cuerpo una vida intacta, una vida en esencia, aún sin deseos, sólo con hambre y sueño. Pero eso no lo dicen las enfermeras. Te sonríen, te animan, te avisan de que ya se ve esa cabeza nueva a las puertas de tu coño dilatado, enorme, destrozado. Todo un equipo asomándose a tu abismo expuesto, indefenso, a punto de rendirse ante la vida.
Qué difícil es enfrentarse al espejo y descubrir a una desconocida. Una madre ojerosa, asustada y agotada, que ya no es sólo hija. Con lo fácil que es ser hija. Pero ya no, ya nunca.
La mujer del espejo me cuenta, cómo en las películas de miedo, que mis padres han empezado a morirse. Y como con las películas de miedo me asusto a pesar de no creer en fantasmas con ojeras.
Al salir del lavabo voy buscando sombras por las paredes, pero no las veo, sólo estas tú, sentado en el sofá, con los pies en alto y el mando a distancia en la mano.
Qué difícil es quererse todo el rato, tanto tiempo, y qué fácil me resulta emocionarme al descubrirte por la calle, a lo lejos.
Qué difícil es vivir sin morir en el intento.






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